Había una vez, hace mucho tiempo, un niño tan pequeño que cabía cómodamente dentro de la corola de una flor. Bianca lo cuidó con cariño desde el día en que lo encontró, pequeño y solo, durante una fuerte nevada que había cubierto todo el pueblo de Bijankik. El niño, cuya piel y cabello eran del color de la leche, resistió la helada aferrándose a una campanilla de nieve, y lloró con fuerza. Así que la joven lo acogió como si fuera su propio hijo, abriéndole su casa y, sobre todo, su corazón. Un relato conmovedor dedicado a un amor que supera cualquier distancia.